No dejó de impresionarme el tema que se había elegido para un
encuentro de jóvenes cristianos como el que tuvimos ayer: la brujería. Me suena
a cuestiones ancestrales que poco tienen que ver con lo que a estas alturas de
la historia cabría esperar. Pero hay que venir aquí y asomarte a cómo vive esta
gente para comprender que caben estas y otras cosas con las que los misioneros
deben saber hacer las cuentas y así concretar su trabajo evangelizador. Lo vemos
en las andanzas de Jesús cuando iba de un lado a otro con sus discípulos: había
niños que llamaban la atención del Maestro en sus juegos e inocencia hasta
proponerlos como modelo; había viudas que en su soledad abandonada daban
lecciones de lo que significa fiarse de Dios y compartir con los demás no lo
que les sobraba sino hasta lo que para ellas era necesario; había pecadores y
pecadoras que detrás de sus mostradores de impuestos y tras las cortinas de sus
devaneos malgastaban sus cuerpos y sus talentos robando y robándose a sí mismos
a mansalva; había enfermos de todo tipo que acudían buscando ser sanados o eran
llevados en camilla; había muchedumbres sedientas y hambrientas que buscaban a
Jesús por la comida, pero a las que Él descubrió la sed de otra agua y el
hambre de otro pan que están en el corazón; y había gente engañada y hasta
poseída por el padre de la mentira que siempre es el demonio en todas sus formas.
A todo esto respondió Jesús, para todos ellos tuvo una palabra eficaz y un
gesto verdadero que despertó en aquellos corazones la auténtica confianza.
Tanto en África
como en el resto del mundo este cuadro humano de ansias, de búsquedas, de
fracasos y de esperanzas, se sigue dando. Cambian las formas y algunas maneras,
pero al final tenemos en común todo eso que nos constituye para bien y para
mal. Cómo se llaman en Benín o en España, en Bembereké o en Asturias lo que nos
hiere de mil modos, lo que nos engaña con sus mañas, lo que nos enfrenta por
fuera, lo que nos divide por dentro, lo que nos ilumina u oscurece, lo que nos
ayuda a crecer o lo que nos aplasta… quizás tengan nombres distintos, pero es
una misma la experiencia humana. Por ejemplo aquí en África se da mucho aún la
brujería. En torno a un fetiche, como si de un dios hecho con nuestras manos se
tratase, como una nueva y cansina edición del becerro de oro, hay gente que se
entrega crédula en medio de sus desesperanzas, sus dolores y sus ansias. Poder
disponer de una ayuda que piensan que es eficaz y que salva del maleficio en el
que tantas veces malviven, y a la que
entregar tu confianza ciega y tus pocos dineros para pagarla es el campo de
cultivo que nutre la brujería. El chamán o el gurú estará con sus abracalabra,
con sus cabezas de mono, sus patas de gallina, dispuesto a diseccionar el
hígado de pato para leer allí la fortuna de la gente que quiere ser afortunada.
Resulta que todo
esto no es ninguna extravagancia, porque viene a ser lo mismo en el fondo
aunque no en las maneras, cuando en el primer mundo tal que en España, los fetiches
tienen su ritual y sus artilugios: evasión de capital, tarjetas negras,
prostitución de lujo, poder a tutiplén, injusticia y picaresca, banalización de
lo más hermoso hasta la frivolidad más perra, desprecio de los verdaderamente
pobres y uso y abuso de sus lágrimas y sus penas. No olvidemos cómo han crecido
los quiromantes que te leen las manos y te echan las cartas para adivinar qué
sé yo qué futuro incierto que curiosamente te despejarán unas naipes marcadas
como ellos piensan. No hay más que asomarse en cualquier librería a la sección
de esoterismo para comprobar cómo está de desesperada la gente. ¿No hay
brujería entre nosotros los doctos sabihondos, los poderosos de los parlamentos
de pacotilla, los frívolos divertidos que todo lo toman a chanza y todo lo
banalizan, los violentos pacifistas que seleccionan las contiendas según la
bandera, los hipócritas que financian y promueven el aborto esgrimiendo el
tramposo derecho a suprimir la vida más vulnerable, los salvapatrias de la
engañifa que vienen con las recetas sin compromiso para enmendar la plana a los
arruinapatrias de la corrupción? Sí, hay brujería exactamente igual, pero los
gurús y los chamanes tienen a veces forma de tribuna parlamentaria en nombre de
la nada, de consejos de administración su propio poder que a toda costa
acrecientan, de piquetes sindicales que te imponen su información en nombre de
su libertad ahogando la ajena, de negociantes de las armas en las guerras que
provocan para forrarse, de mafias de la droga y el contrabando aún a costa de
la sangre inocente, de violentos machotes ante las mujeres indefensas, de
pederastas de la inocencia... y un largo etcétera. ¡Vaya si hay también
brujería, de la fina, con olor a esencia de la cara, con chequera corrupta y
manchada, coche oficial y con muchas trastiendas! Es otra brujería.
Evidentemente, eso no quita que nuestros
misioneros al tener que anunciar a Jesucristo con su mensaje de liberación
verdadera, tengan que poner de manifiesto aquí, como nosotros debemos hacerlo
allá, que todo aquello que destruye la dignidad y la conciencia de las
personas, todo cuanto nos enajena de Dios, nos enfrenta al hermano y a cada uno
nos destruye a su modo y manera, es algo a denunciar, a prevenir, a vendar y
sanar, mientras se anuncian con respeto las bienaventuranzas de la Buena Nueva
que llenan de verdadera esperanza nuestra vida en la bondad y la belleza, en la
justicia y la paz.
Junto al anuncio
explícito de Jesús como redentor del hombre y el mensaje cristiano desde la fe
de la Iglesia, nuestros misioneros han de paliar tantas cosas que tienen que
ver con esa labor evangelizadora primordial. Por eso no habrá necesidad humana
en el campo educativo y cultural, en el área sanitaria e higiénica, en la
promoción de un desarrollo integral que pasa por levantar no sólo capillas e
iglesias, sino también pequeños dispensarios, sencillos internados y escuelas,
prospecciones para sacar agua, abrir caminos en la selva, enseñar sin violencia
ni imposición otro modo de entender la familia, el respeto a la mujer y su
defensa sin caer en feminismos subvencionados por la ideología de género, la
apuesta por la vida en todos sus tramos y circunstancias. Todo un apasionante y
apasionado abrazo del hombre mirado con los ojos de Dios que vino a salvarnos,
haciendo nuestras sus heridas, compartiendo con ellos la esperanza,
construyendo juntos en la caridad y en la fe un mundo nuevo que no les resulte
ajeno, ni impuesto, ni prestado.
Se ve cómo Dios
tiene algo que decir en cada lengua, y cómo se sabe esconder y mostrar en cada
piel de las razas de la tierra. Que no hay temblor que a Él no le conmueva, ni
sonrisa que no le haga gracia. Se encarnó como hombre sin dejar de ser Dios,
nació de una virgen doncella, y desde aquel portalín belenero allí y entonces
comenzó para la historia de la humanidad una aventura nueva que nos permite
recuperar el viejo sueño del Creador tras todos nuestros paraísos perdidos y
malogrados: que no es bueno que el hombre esté solo, ni que viva aislado, y que
debe dejarse acompañar por Dios mismo y los que como ayuda adecuada ha puesto a
nuestro lado, testimoniando así de mil modos que el Señor hizo las cosas buenas
y bellas para nuestro bien y para nuestro gozo. Esta es la labor preciosa y
precisa que llevan adelante nuestros misioneros, con todos los catequistas que
les ayudan y por los que son ayudados en esta tarea que es al mismo tiempo de
mucha calidad humana y humanizadora, cristiana y evangelizadora. No otra cosa
pretende la presencia de la Iglesia en todos estos lares desde aquel primer y viejo
mandato de ir a todo el mundo para anunciar la Buena Nueva.
De modo que lo de
la brujería que aquí tiene sus fetiches y sus mentiras, en otros lugares como
los nuestros tan evolucionados en tantas cosas, adquieren un modo distinto de
hipotecar y destruir igualmente a las personas. No sólo es el sida o el ébola
lo que se lleva por delante tantas vidas, sino que hay otros virus y bacterias
que impiden también que la persona crezca, que cada uno se encuentre con su
humilde verdad tal y como Dios la escribió en la propia conciencia, que se abra
al Señor como el gran amigo que está de mi parte como cómplice de mi felicidad,
y también que reconozca en el hermano el camino que Él ha puesto para que yo
sea mejor y para que ayude a ser mejor a quien tengo a mi lado. Porque sería
una educada hipocresía reírse de estas brujerías y todo cuanto tienen de
injusto engaño, justificando como si nada que es lo único que emboba, lo único
que trafica, lo único que compravende mi dolor y mi esperanza. En ese primer
mundo que aquí en la selva africana queda tan lejos, hay esas otras brujerías
que no por refinadas con su renombre y hasta con su tecnología, dejan de ser
exactamente igual una pandemia que te anula y que te quita la vida.
Ser misioneros
allí donde estamos, anunciando el Evangelio que debemos proclamar y denunciando
tantas cosas que nos detienen con su miedo, nos echan para atrás con sus
involuciones inhumanas y no dejan que en nosotros crezca la gracia, la
esperanza y la alegría. El Señor vino para invitarnos a ser sencillos
misioneros que con la Buena Nueva desmontan y curan cualquier brujería.
Ciertamente estamos muy parecidos en nuestro primer mundo, víctimas de grandes y pequeñas brujerías. Todavía ayer en el café una compañera comentaba que había llevado a ver un Belén a su hijo, pero sin cansarle eh , no sea que se "agobie", como si la religión, como si admirar el Misterio fuera a contagiarnos de no sé qué enfermedad incurable, que nos hace tal vez inferiores a otros.
ResponderEliminarQue el Niño nos abra los ojos del corazón al que es la Luz verdadera, el Camino y la Vida plena. Gracias D. Jesús. Patri
Africa es un buen lugar de relflexión, a veces, calurosa. El tercermundo, la Iglesia Joven, es siempre escuela para avizorar y valorar desde una histora y antropolgía vetusta nuevas, no "novedosas", veredas para El Camino Real. Me alegra que nuestro Arzobispo de Oviedo refresque ánimo a los 40ª. con las religiosas y sacerdotes que, enviados y en nombre de nuestra diócesis comenzaron, año 1986, en Bembrereké un nuevo gesto de comunión misionera. ¡Ánimo, Dominicas de la Anunciata, Alejandro R.Catalina y Antonio Herrero, sacerdotes diocesanos! Gracias, Arzobispo Jesús. Luis..
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