El menú de los pobres, con un plato de alegría (31 de diciembre de 2014)




Tocaba ir a Pesarà, al norte de Bembèrèkè. También a través de la selva en esta ocasión, y por unos caminos realmente difíciles de transitar por los estragos de las grietas que ponen en vilo el coche todo terreno como si fuera un acróbata. Hace dos años que visité esta zona y me comprometí a ayudarles a construir una iglesia. Ellos es lo que me pedían. Entonces y ahora me llamó la atención: no pedían hacer un pozo para extraer el agua o que les construyésemos una escuela para los chavales o pusiéramos en marcha un dispensario. Bien es verdad que mucho de esto ya lo tenían y no lo necesitaban. Pero lo que querían ellos era poder tener en su propio poblado una iglesita donde celebrar su fe como comunidad cristiana. La capilla se hizo y quedó bien hermosa para contento y utilizo de estos hermanos que van creciendo de día en día. Yo me quedé realmente admirado.
Llegamos y fue nuevamente un motivo de grande alegría. Estaban esperándonos a las afueras del poblado de Pesarà. Nos bajamos del coche y con ellos seguimos caminando unos ochocientos metros hasta llegar a la nueva capilla. Dimos saludos a todos y una respetuosa inclinación a la cruz con la que con toda dignidad iniciaba la comitiva. Iban cantando con el ritmo de los tambores como siempre, entonando salmos y peticiones a Dios con un profundo agradecimiento. Los niños se me pegaban al lado sencillamente para que les diera la mano como saludo o para que se las cogiera y fuésemos así hasta la Iglesia como amigos de toda la vida. Ya lo dije ayer: la caricia a un niño especialmente aquí en África puede significar un gesto de ternura por el que él se siente reconocido, mirado, protegido y amado. No lo olvidará nunca, sin duda alguna. Quiera el Señor que yo tampoco lo olvide y que vea en ellos el elogio bienaventurado que Jesús nos relata en el Evangelio cuando se quedaba mirando a los niños en sus juegos infantiles en la plaza, o cuando poniéndolos en medio los señalaba como modelo de lo que debe ser un cristiano de veras ante el asombro de los discípulos.
Había quedado muy hermosa la iglesita. Está a pocos metros de la pequeña capilla que usaban anteriormente y que se les había quedado tan pequeña por crecimiento de esta comunidad. Con no mucho dinero se ha podido levantar aquí una casa para el Señor y para todos su hijos. Estaban más que orgullosos de su iglesia. A partir de ahora el Señor tiene también casa en Pesarà, que es como decir que tiene su particular choza de vivienda, su tienda de encuentro… un auténtico palacio en donde el Rey de reyes se hace hueco entre los pobres que tienen rico el corazón, y de qué manera. Por esta iglesia, efectivamente, pasará la vida de todos ellos como sucede siempre en la casa del Señor. Cuando nacemos nos traen a bautizar para hacernos su hijos. Cuando crecemos aquí nos alimentan con el Pan santo de la Eucaristía. Según nos vamos haciendo un poco más grandes aquí somos fortalecidos con el don del Espíritu Santo confirmando nuestra fe. Si nos enamoramos con algunos de los amores con los que queda el corazón henchido es en la iglesia donde celebramos los esponsales, o donde nos consagramos en una vocación religiosa o sacerdotal. Es la Palabra de Dios la que se nos anuncia al menos cada domingo como igualmente en su día somos alimentados por el Cuerpo del Señor. También aquí somos perdonados de nuestros pecados con la confesión. Nos ungen con el óleo santo en nuestras enfermedades serias o en los muchos años. Y finalmente aquí nos traen de nuevo como hicieron al principio, para decirnos adiós en el último viaje hacia la tierra nueva donde el Señor nos espera y donde eternamente estaremos con Él.
Es por eso comprensible que tanto estos hermanos de Pesarà como cualquiera de los cristianos sea cual sea su lugar, tengamos en tanta estima y apreciemos sobremanera el templo donde Dios es glorificado, donde la fe se celebra como comunidad cristiana, y donde los hermanos se encuentran para darse mutuamente la paz y recibir todos los signos de salvación con la gracia que nos otorga la mediación de la Iglesia. Es toda la biografía cristiana de cada cual y de toda una entera comunidad la que aquí queda comprometida, compartida y celebrada.

Hubo también aquí una comida con todos ellos compartida. Es curioso cómo participan unos y otros en lo que juntos preparan, y cómo acogen a todos cual invitados sin que ninguno pueda sentirse extraño ante un motivo de fiesta cristiana. En grandes barreños y en pequeñas cacerolas van apareciendo los elementos típicos de toda comida en esta tierra: arroz, pasta de espaguetis con abundante picante, mandioca, pollo o gallina frita, amén de otras cosas que ni siquiera sé cómo se llaman. Reconozco que los usos y costumbres son otras, pero uno se hace fácilmente a todo, máxime si hay decisión de hacerte uno con ellos aunque sea olvidando por un momento lo que habitualmente haces en tus lugares. Puede costar un poco, incluso te cuesta mucho cuando pruebas el primer bocado. Pero tampoco nos dieron a comer cosas para nosotros más extrañas e inusuales como la serpiente u otros mejunjes con salsas diversas y grasas variadas. Te comes lo que te ponen, tras bendecir interiormente los alimentos para que no te dé algún tripacircuito que te deje averiado toda la semana. Das gracias a Dios y agradeces también sinceramente a estos buenos hermanos que te han invitado a su fiesta a su modo y con sus maneras de celebrarlo. No puedes decir mucho más ni tampoco ausentarte. Hacerte uno así con ellos es una manera de demostrarles tu amor sincero aunque te cueste este momento un poco.

            Ya por la tarde pudimos tener un momento de relajo para rezar un poco, para escribir estas líneas y para preparar la cena de fin de año. Nos anunciaron que venían a compartir la cena con nosotros los sacerdotes misioneros españoles que trabajan no muy lejos, en Fouburè: Juan Pablo y Rafael. Una alegría poder volver a encontrarlos. Y así hicimos piña con una cena de nochevieja memorable. Regada con buen vino y con entremeses variados, no volvió a faltar el pollo y las patatas fritas, además de las ensaladas. Los turrones pusieron algo de nota costumbrista de nuestra tierra española. Y a falta de sidrina asturiana al menos cantamos Asturias Patria querida… tan querida en esta lontananza, mientras recordábamos a los seres queridos de nuestras familias, a nuestros hermanos y compañeros diocesanos, a tantos como en una noche como esta y en unos momentos tan particulares parece que los sientas a tu lado o acuses la falta de su compañía.
            Doblando ya las once de la noche, tuvimos todavía tiempo de cantar algún canto, de contar algún chiste, y de emplazarnos para el día siguiente tras las misas pertinentes. Como aquí no hay uvas (ni siquiera en Baribá existe la palabra) para despedir el año, nos despedimos sin más deseándonos tantas cosas buenas mientras se las pedíamos al buen Dios. Yo me retiré a mi caseta, terminé mis anotaciones del día anterior con esta crónica cotidiana, y tras el rezo de la oración de Completas, viendo que faltaban tan sólo unos minutos para las doce, comencé a rezar el rosario que terminé en los albores del año nuevo. Nunca me había pillado el cambio de año rezando esta oración a la Virgen. Pero bueno, a falta de las uvas, buenas son las cuentas del rosario… por la cuenta que me tiene. Feliz año nuevo y que Dios nos haga santos, es decir, fieles hijos suyos y fieles a los hermanos que en su Iglesia Él nos ha confiado.

1 comentario:

  1. "Esto Inés, solo se alaba. No es menester alaballo, sólo una falta le hallo: que con las priesas se acaba.... Ya que, Inés, hemos cenado tan bien y con tanto gusto, Parece que será justo Volver al cuento pasado" Luis, copión de garzós

    Pues sabrás, Inés hermana,
    Que el portugués cayó enfermo...
    Las once dan, yo me duermo;
    Quédese para mañana.

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