“Puso su tienda entre nosotros” (29 de febrero de 2012)
Además
de la parroquia como tal que está en la Misión en la capital de Bembereké, hay
muchas capillas en los distintos poblados en donde hay una comunidad cristiana.
Frecuentemente se hacen pequeñas en seguida y hay que realizar alguna
ampliación, o incluso una capilla nueva, lo cual no deja de ser una enorme
alegría cuando esas iglesitas se colman más y más de niños, de jóvenes,
de adultos y ancianos que alaban al Señor, donde se encuentran como hermanos, y
donde escuchan la Palabra viva de un Dios que tiene siempre algo que decirnos.
Con el debido permiso del señor Obispo
del lugar, Mons. Martin, he podido bendecir y consagrar dos pequeñas iglesias: Mani
y Poke. Era vestir de largo la espera de un pueblo que quiere tener a Dios por
vecino, hasta el punto de contar con su domicilio en medio de sus calles y
plazas. Esto es lo que hizo propiamente el Señor al poner su tienda entre
nosotros, como nos dice el prólogo de San Juan. Y esto es el misterio de la
Encarnación de un Dios que se hace hombre entre nosotros: Él ha venido a poner
su tienda en medio de todas nuestras contiendas.
Esta buena gente, tras haber hecho un
camino de catequesis y haber recibido los primeros sacramentos, tras haber
experimentado cómo el amor concreto a Dios se traduce también en el amor
concreto al hermano, desean contar con ese espacio especial en donde todos
estén en la casa de todos por ser ese el hogar del Señor, su capilla parroquial.
Y te muestran su pequeña capilla o las dos que con un cierto volumen pude
bendecir y consagrar, como algo de ellos, algo que les pertenece como un hogar
común al ser el lugar donde el Señor habita en medio de su pueblo.
Cuando fui rociando con el agua bendita
las paredes, las puertas, las imágenes, el techo y el suelo, y a toda la gente
allí reunida con evidente emoción, les decía después que ellos formaban parte
de ese nuevo templo como piedras vivas que son en la construcción de una casa
para Dios. Allí traerán a sus pequeños al nacer para hacerlos cristianos con el
bautismo, como se ve que hacen, y siguen participando según su edad en las
celebraciones junto a sus padres y los demás miembros de esa comunidad. Allí
recibirán la primera Comunión y todas las que luego le sigan. Allí pedirán
perdón por sus pecados, como he visto que hacen buscando al sacerdote a
fin de recibir la absolución individual, tanto en las confesiones
personales como en las celebraciones comunitarias de ese importante sacramento
de sanación que es la penitencia. Allí serán confirmados por el Obispo
recibiendo el don del Espíritu Santo. Allí también serán los esponsales de un
matrimonio diciéndose el hombre y la mujer su sí ante el Sí grande de Dios en
su Iglesia. Allí serán despedidos al final cuando la comunidad se reúna para
pedir por el eterno descanso de un hermano que murió en el Señor.
Más cotidianamente, en la capillita se
proclama la Palabra de Dios, y se celebra la Eucaristía cuando puede ser, pues
con un solo sacerdote en la Misión Diocesana de Oviedo en Bembereké no da más
al P. Alejandro a acudir los sábados o domingos a todas las capillas que están
bien diseminadas por estas sabanas y forestas. Y allí también el catequista
reunirá a la comunidad para seguir su formación cristiana y la celebración de
la fe. ¡Qué importantes son los catequistas en todos los sitios, y cómo estamos
en deuda de estos generosos hombres y mujeres que trabajan por Dios y por su
Iglesia, pero especialmente en estas tierras de misión!
La cigarra nos aportaba una especie de
"hilo musical" continuo que nos advertía sin cesar las altas
temperaturas que estas gentes, y nosotros con ellas, soportan día y noche. Pero
llega un momento en el que cualquier inconveniente que pudiésemos señalar en comparación
con la habitual comodidad a todos los niveles que tenemos en el llamado Primer
Mundo (¿?), cede completamente cuando te topas con personas concretas que acaso
son más pobres que tú en esas ventajas de modernidad técnica, pero que son
mucho más ricas en tantas cosas en las que tú eres un verdadero mendigo.
Los cantos y las procesiones de entrada u
ofrendas, hacían de esta celebración de bendición de capilla una verdadera
fiesta. Particularmente vistosos los trajes de las señoras y jovencitas, con
unos tocados a juego que escenificaban su delicado sentido de la belleza y la
armonía. Con todo el respeto por una expresión religiosa que no es la mía
habitual, reconozco que tiene su hondura, su alegría limpia y sincera en donde
se vuelca el modo de ser africano, su concepción de lo extraordinario y su
claro agradecimiento a Dios y a su Iglesia.
Tras la segunda bendición habían quedado
para comer todos juntos. Todos, absolutamente todos los que participaron en las
celebraciones, e incluso algunos que no pudieron por motivos de trabajo, se
unieron a esa comida popular. Me interesé por el dato, y me aseguró Alejandro
que estaban invitados también los musulmanes, y no faltaron a la cita de la
comida, e incluso algunos acompañaron a los cristianos en la celebración.
A los cuatro sacerdotes que íbamos
(Alejandro, José Antonio, César y un servidor) nos colocaron en una de las
mesitas debajo de una inmensas lonas, al lado del presidente de la comunidad y
de su señora (más el pequeñín que tenía a su espalda). El menú era para todos
igual: arroz, gallina frita y pasta con picante. Nos dieron lo que tenían, y
para ellos era un menú de fiesta grande. Con la reserva propia de quien no está
acostumbrado a estos manjares, me entregué del todo al picante de la pasta saludando
sólo por encima a la pobre gallina frita y al arroz que la acompañaba. Pero no
resultó mal. Que hubo hasta música y baile, al que lógicamente no nos quedamos,
porque todos sabían que los misioneros no tenemos mujer, para sorpresa de no
pocos de ellos, y no estaba bien que nos vieran danza que danza, a pesar de que
el baile aquí siempre es "suelto".
Un día hermoso e intenso, en donde de
nuevo se puso en clara evidencia la profunda humanidad de esta gente sencilla y
noble, a la que Dios también llega con la revelación de Jesucristo, con el
anuncio de su Buena Nueva, y con la compañía de la Iglesia que sabe estar
cercana a los que Dios quiso siempre tener cerca: los pobres.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Buenos días don Jesús. Seguimos su viaje pastoral desde Navarra.Unidos en oración. Un abrazo.
ResponderEliminarEs una gozada ese aire fresco, lleno de Esdpíritu, que nos transmite con su compartir de hermano por esas tierras. Por cierto, saludos a César. Verdaderamente nos queda mucho que aprender de los más humildes, de su fraternidad, de sus Mesas compartidas sin prisa, desde la sencillez y el disfrute del Alimento junto al hermano. Y cómo nos cuesta a los del mal llamado Primer Mundo adapatarnos, incluso en esos pequeños detalles de la comida. Que el Señor siga haciendo fecunda esta visita pastoral y a todos nos haga crecer un poco más en la caridad, como el Papa nos invita en su carta cuaresmal.
ResponderEliminarPatricia. Parroquia de San José. Gijón